El pensamiento y lo moviente - Henri bergson - Editorial la pleyade - Buenos Aires - libro con subrayados en algunas páginas - LIBRO LEÍDO

El pensamiento y lo moviente (1934) es el último libro de Henri Bergson. Y no es poco decir en un pensador que arrastró desde siempre una intuición única. Intuición desplegada en un abanico multicolor, y no obstante única. Tal intuición es, para el filósofo, algo simple, infinitamente simple, tan extraordinariamente simple que el filósofo jamás ha llegado a decirla. Y por eso ha hablado toda su vida.Solamente quien posee una visión puede filosofar. Y la suya era la de una vida sub specie durationis, inserta en el flujo continuo e indivisible de la realidad, entablando con ella una larga camaradería, ganando su confianza. El filósofo, a la manera del buen sastre, trabaja “a medida”, un traje para cada ser, aquel que le calza, que es el suyo. Pero mientras tanto el ser se ha convertido en algo huidizo, por tanto el esfuerzo del filósofo es singular, y su herramental clásico –analítico- se convierte en herrumbre.Solo una filosofía a la vez moviente puede penetrar en el murmullo impersonal de la vida profunda, donde el tiempo se vuelve eficaz, cargado de esa diferencia de tensión que es quizá el elemento clave de la existencia.Un tiempo que dura, una evolución preñada de imprevisible novedad, creadora, un presente espeso y a la vez elástico, que se dilata hacia el pasado y hacia el porvenir

El pensamiento y lo moviente - Henri Bergson

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El pensamiento y lo moviente (1934) es el último libro de Henri Bergson. Y no es poco decir en un pensador que arrastró desde siempre una intuición única. Intuición desplegada en un abanico multicolor, y no obstante única. Tal intuición es, para el filósofo, algo simple, infinitamente simple, tan extraordinariamente simple que el filósofo jamás ha llegado a decirla. Y por eso ha hablado toda su vida.Solamente quien posee una visión puede filosofar. Y la suya era la de una vida sub specie durationis, inserta en el flujo continuo e indivisible de la realidad, entablando con ella una larga camaradería, ganando su confianza. El filósofo, a la manera del buen sastre, trabaja “a medida”, un traje para cada ser, aquel que le calza, que es el suyo. Pero mientras tanto el ser se ha convertido en algo huidizo, por tanto el esfuerzo del filósofo es singular, y su herramental clásico –analítico- se convierte en herrumbre.Solo una filosofía a la vez moviente puede penetrar en el murmullo impersonal de la vida profunda, donde el tiempo se vuelve eficaz, cargado de esa diferencia de tensión que es quizá el elemento clave de la existencia.Un tiempo que dura, una evolución preñada de imprevisible novedad, creadora, un presente espeso y a la vez elástico, que se dilata hacia el pasado y hacia el porvenir